domingo, 21 de agosto de 2011

Las fuerzas armadas y la guerra de Calderón


Acentos Epigmenio Ibarra
2011-08-19 •






Le permitieron primero los altos mandos de las fuerzas armadas, a Felipe Calderón Hinojosa, disfrazarse de general y luego consintieron que actuara como tal.

Dejaron que, con ligereza y fines propagandísticos, “declarara la guerra al narco” y luego, siguiendo sus órdenes, desplegaron a decenas de miles de efectivos en todo el territorio nacional.

De materia para encendidas arengas patrióticas, de instrumento de legitimación política de un gobierno que de origen no la tiene, la guerra, cruzada personal de Calderón, pasó a ser entonces cruenta realidad cotidiana.

Se equivocaron quienes mandan en las fuerzas armadas al someter las operaciones militares a los intereses políticos de un gobierno y un gobernante severamente cuestionados. Pagan hoy las consecuencias de ese error tanto la institución como el país entero.


Se equivocaron los altos jefes militares al volver asunto militar, al tratar de resolver a balazos un problema que demanda acciones integrales. Seducidos por el discurso de Calderón, quizás por el protagonismo que para ellos podía implicar, se prestaron a “hacer la guerra”.




(Fotografía que muestra a Felipe Calderón firmando una declaratoria de guerra con la chueca valiendole madres lo que piensen 110 millones de cabrones que también viven en "su" pais)


Desconociendo principios básicos de los conflictos irregulares pensaron que desplegar masivamente la tropa les permitiría obtener rápidamente resultados. Convirtieron, con ese despliegue de medios y hombres, a bandas desorganizadas que rehuían el combate en ejércitos de sicarios a los que no les faltan armas, munición y recursos, y a los que no sobra escrúpulos.


Antes que actuar en el sigilo y la oscuridad, antes que el trabajo de conquista de “mentes y corazones”, optaron por la presencia masiva tan espectacular como ineficiente, y por su poder de fuego y lo pesado de su estructura se tornaron previsibles para los criminales y peligrosas para la población civil.


Una cosa es apegarse al mandato constitucional y someterse al Presidente en turno, y otra acompañarlo en sus despropósitos y embarcar a la institución —y a México— en una trágica aventura.


Que algunos ciudadanos, atenazados por la zozobra y el miedo, se compren las arengas patrióticas de Calderón es explicable. Que los propagandistas se atrevan a plantear, como único camino, la disyuntiva entre guerra o rendición frente al crimen organizado también.


(Fotografía que muestra al pequeño hijo de Calderón tomando su primera lección de como portar un uniforme de General de División de 5 estrellas sin necesidad de ir al H. Colegio Militar aplicando la técnica del "haiga sido")


Las mentiras, en tiempos de turbulencia como los que vivimos, viajan con velocidad y, gracias a la acción de los medios de comunicación y al bombardeo publicitario inclemente, terminan pareciendo verdades.


Lo que es inaceptable es que altos jefes militares, gente que conoce la realidad del país, las amenazas reales y presentes que enfrentamos, hombres entrenados para aquilatar riesgos y oportunidades, hayan caído en la trampa.


Una trampa en la cual, la primera baja colateral puede ser lo que queda en este país de democracia y también de paso de soberanía nacional. Una trampa en la que el prestigio del Ejército y la Marina se verá, también y más temprano que tarde, gravemente dañado.


Hay un pesado lastre que cargan con ellas nuestras fuerzas armadas. Los saldos de la guerra sucia, su trabajo represivo a las órdenes del régimen autoritario, ha dejado heridas que aún no cierran del todo y a las que hoy se agregan las tristemente célebres “bajas colaterales”.



(Fotografía que muestra que a Felipe Calderón le queda muy grande el saco pero que le vale madres)

Dura es la historia con gobernantes que traicionan el mandato recibido en las urnas. Más dura todavía es, sin embargo, con los ejércitos. Es más fácil —y los ejemplos abundan en América Latina— ver a un general o un almirante sentado en el banquillo de los acusados que a un político.
Los políticos, con los bolsillos llenos, van al exilio dorado; los partidos pierden elecciones y conservan prerrogativas. Los ejércitos no. El descrédito, el rechazo por parte de la población civil, significan un golpe durísimo para la moral de cuerpo, un estigma que suele durar décadas.

Los políticos, por otro lado, siempre pueden, tratándose de cuestiones militares, escurrir el golpe. Poca gente recordará que la idea de “declarar la guerra” fue del propio Calderón. Cuando la suma de fracasos —que va a seguir creciendo— se torne inaceptable buscarán, los medios, los partidos, responsables del fracaso entre los de uniforme.
Reconozco el valor de oficiales y soldados que honesta y valientemente combaten al crimen organizado. Lamento la caída en combate de muchos de ellos y condeno el secuestro y el asesinato de efectivos de la Marina y el Ejército.



(Fotografía que muestra a Felipe Calderón preguntandose mientras da un paseito de rutina porque los mexicanos no aprendemos a ser valientes como el y porque nos sentimos tan desprotegidos)


Sé que, en cierta medida y estando el país como está, las fuerzas armadas son el último valladar para contener la acción del crimen organizado. Imposible e impensable pensar en un retiro inmediato de la tropa a los cuarteles.


Sé también que, sin un tren logístico policiaco-judicial, los ejércitos ni saben ni pueden procurar justicia. Caen en la tentación de las ejecuciones extrajudiciales (en combates donde no hay heridos) y solapan la acción clandestina de escuadrones de la muerte.


No se trata de rendirse ante los criminales ni de abandonar a un solo mexicano a su suerte. Se trata de que las fuerzas armadas no le hagan más el juego de la guerra a Felipe Calderón y salgan de esa emboscada político-propagandística.


Se trata de que se sienten en la mesa de diálogo, escuchen lo que las víctimas de la guerra tienen que decir y entreguen a la nación cuentas claras.


Tomado de: http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9011508



Algunos defensores de la estrategia del "Señor Presidente de la República", levantan la voz para gritar indignados "que ya dejemos a su presidente en paz", que el si es valiente, que el si tomo al toro por los cuernos, que porque lo atacamos, que de que lado estamos, si del lado de México o del lado del Narco (para estos pendejos Calderonistas si no apoyas la estrategia del enano entonces apoyas al narco), osea, los buenos, y los malos, los primeros del lado de CaldeRon y los otros del lado de los Zetas, la Familia, El Chapo, El Cartel de Juárez, Los Beltrán Leyva, La mano con ojos, etc, etc, etc.


También se rasgan las vestiduras argullendo que todos criticamos y nadie propone, pues como en eso, si les doy la razón, aquí les dejo mi pequeña aportación.



Pequeño Manual para Iniciar una Guerra contra el Narco


Antes de seguir los siguientes pasos, usted debe tener control sobre la población vulnerable a engrosar las filas de los delincuentes es decir, debe usted erradicar a los "ninis" (creación de suficientes espacios educativos y laborales), tener una economía domestica sana, que fluya el dinero para que la población no se esté muriendo de hambre es decir, redistribuya la riqueza de forma equitativa (lo cual implica acabar con los grandes monopolios y las grandes fortunas que concentran más del 50% del PIB en el 0.5% de la población pero que estará tentado a consentir) esto le puede tomar de 6 a 60 años, por eso, apurese y por favor ¡Deje de Chupar! (deberá estar sobrio para pensar con claridad)


Una vez hecho lo anterior proceda de la siguiente manera:


IMPORTANTE: Antes de iniciar asegúrese de tener el control absoluto y la cantidad suficiente de Centros de Readaptación Social, eficienticelos para que cumplan con el propósito de readaptar a los pequeños delincuentes con posibilidades de reintegrarse a la sociedad y no salgan peor de lo que entraron, de paso, no olvide llevar a cabo una reforma en materia de justicia que esté del lado de la población y que no avale arbitrariedades de la autoridad y para que los prisioneros de guerra, no salgan más rápido de lo que entraron por falta de claridad en las leyes y procedimientos para aplicarlas (nada que ver con el caso Hank Rhon)


Una vez hecho lo anterior, proceda usted de la siguiente manera:


1.- Solicite asesoría a profesionales en la materia (no incluye a García Luna y Medina Mora)
2.- Limpie los aparatos de procuración de justicia con mucha discreción

3.- Depure, profesionalice y paguele bien a la policía
4.- Identifique a los objetivos de manera clara y sin lugar a duda (evite los daños colaterales)
5.- Congele las finanzas de los delincuentes para minar su capacidad de respuesta
6.- Inicie la "Guerra"


Advertencia: El orden de los factores SI altera el producto

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